EL MARAVILLOSO ARTE DE UNA BUENA PAJA

Este fin de semana quiero dedicar esta entrada al maravilloso, sublime y relajante arte de una buena paja.

Cada uno tenemos nuestro estilo, nuestro momento, nuestra situación y lugar preferido para pajearnos a placer. Todos tenemos una paja que recordamos, que nos gustaría repetir o que nos gustaría olvidar. Porque sí, no nos engañemos, todos nos pajeamos, a cualquier edad, solteros, casados, con o sin parejas. Una paja a escondidas o compartida es nuestro secreto y mejor placer. A pesar de todos entre tios, especialmente los heterosexuales, es uno de los temas que menos hablamos y compartimos pero que, al menos en mi caso, más me gusta fantasear. Me gusta imaginarme como se pajean otros tios, qué les gustará, cómo les gustará, dónde y cuándo se pajean. Me gustaría tanto poder hablarlo directamente con ellos, pero esto en mi caso es casi imposible que ocurra con ninguno de mis amigos personales, familiares o compañeros. Sólo lo puedo hacer con vosotros y seguro que a la gran mayoría os pasará igual.

Yo creo que hay tantos tipos de pajas, momentos y lugares para pajearse como tios. Veamos algunos ejemplos.

Cuando estamos solos en casa, relajados. Nos bajamos los pantalones y manos a la obra. 

Yo no puedo resistirlo. Es quedarme sólo en casa y ya estoy con los pantalones bajados y machacándomela.

Los hay que les gusta hacerlo en la intimidad del baño, sólos o con el morbo añadido de tener al resto de la familia por casa.

Al aire libre, en el campo o en la playa, son una de mis pajas favoritas.

A los más atrevidos les pone hacerlo en el trabajo. En mi caso es imposible, a no ser que me meta en el baño, como sé que hacen muchos.

 

 Aunque cuando estoy trabajando en casa y estoy sólo sentado en mi mesa ante el ordenador, no hay mayor placer que relajarme y desconectar un rato pajeándome a placer.

Seguro que los más afortunados puede que sean los que tienen una mano amiga que les ayude en esta tarea.

Muchos me dirán que lo importante no es el momento y el lugar, que lo importante es el cómo nos pajeamos y para esto, más que nunca, una imagen vale más que mil palabras.

 

Seguro que con una o con más de una de estas imágenes nos sentimos identificados. Yo con casi todas.